Mama Choasanguil - Leyenda Ecuatoriana

Blog de pachamama
Ati II PillahuasoCuenta la leyenda que la Mama Choasanguil, en realidad fue la una hija de Dios del Trueno. Nació cuando su padre Pillahuaso, quien en realidad era un alto pájaro de la comarca, se dio por vencido en una contienda habida entre los Huracanes y las Neblinas. Nació de pie y con los ojos brillantes para desafiar las tempestades. Píllaro era conocido en aquellos tiempos como Altar del Trueno, lugar en donde los espíritus disolutos de las montañas de los Lllangan-atis, se congregaban para practicar sus rituales haciendo aparecer oro en los rebordes de las nubes negras, cuando el viento buscaba tener vástagos, para que fueran guerreros y hombres que lucharan por la libertad y la justicia.
Cuando creció la niña fue llevada al Altar del Trueno para que los atis la pretendieran por esposa, demostrando previamente que son guerreros aptos para luchar por la libertad de su pueblo, los mayores habían decidido que se desposara con Huayna –cápac, undécimo y penúltimo gobernante del imperio inca, como parte de la estrategia acordada con el inca, quien pretendía formar un imperio expandiendo su prole por los cuatros costados del mundo, estaba intrigado por buscar una revolución para ver qué fruto daba la sangre de un conquistador con una madre que tenía el principio y el germen de la libertad.
Entonces ella tomó una piedra encendida que le había entregado la Mama Tungurahua y en un altar que había en Huayco-tango, pidió a su verdadero padre, el Dios del Trueno y del Relámpago, que fecundara en su vientre un hijo, para que luchara por la libertad, y que si no se podía cumplir con este pedido, dejara su vientre infértil, por más que el conquistador inca insistiera con ella en el lecho nupcial.
Rumiñahui - General Inca
Cuando se aproximaba el tiempo del alumbramiento, la princesa Choasanguil había revelado a las mujeres atis que, en su vientre, sentía que su hijo le crecía como si fuese una piedra encendida, “nina 
rumi”; y que cuando tronaban las nubes en los Llanganatis, su vientre se convulsionaba hasta que quedaba exhausta tendida por los prados de Huayna-curi. Sabedor de esto, su padre había ordenado a las Pallas que trasladaran a la embarazada hacia el Cuzco para que alumbrara allá a su vástago inca-ati. Así se planificó y se supo que todos andaban convencidos
 que el retoño de Huayna-cápac vería la luz en el Cuzco, que era la capital del imperio.

Su padre, intrigado por saber de su hijo, estuvo en el Cuzco, rodeado de amautas. “Quiero ver a mi hijo y a su madre ati”, había dicho. Y fue llevado a presencia de la mujer que había alumbrado en esos días un vástago de su estirpe. Más cuando miró a su madre y oyó los tonos y las palabras de su lengua, exclamó: “Me habéis engañado. Esta mujer no es Nina-sisa, la princesa Choasanguil. Esta no es mi Nina-sisa, la flor de canela que moja sus labios en el Culapachán. Ella no tiene en sus brazos los arcoíris de Píllaro, ni en sus ojos la melancolía de la Mama Tungurahua, ni en su pecho oigo que tiene el latido de la libertad. Acompañadme. Mañana emprendemos el camino hacia Cushca en Píllaro. Ahí nos organizaremos para buscar a mi hijo, como se busca al venado libre que está suelto en las pampas, cerca a los apriscos y a la querencia de su madre y de su pueblo”.
Dicen que Huayna-cápac tardó más de un año en llegar a Píllaro, pues se le habían presentado muchos inconvenientes en el camino. Cuando ya había cruzado los jardines de Paucar bamba, había subido al mirador de Cojitambo a llenar sus ojos de horizontes. Luego había estado por su palacio de Inga pirca, por Tumipamba, para después emprender su última jornada en dirección a las comarcas de los atis. En los impresionantes aposentos de Mocha le avisaron que en realidad había sido engañado; que la princesa Choasanguil había sido escondida por Neblina y protegida por Illapa, el Dios del Rayo y de los truenos, al momento que la quisieron montar en una llaminga para que viajara a alumbrar a su hijo, lejos de su patria. Mientras la princesa Choasanguil se perdió en los laberintos de los Llanganatis, ocultada por la Neblina, fue remplazada por una mujer cuzqueña que también esperaba un hijo de algún curaca de los ejércitos invasores a los pantsaleos.
Al llegar a los aposentos de Huayna-curi, el inca Huayna-cápac encontró reunidos a los familiares Hatis, a los Quinatoa, a los Mullocana, a los que se habían revelado Toaingas; a las mujeres Sinaylín, a las Cuyantuli; así como a representantes de los mitimas: canimpos, collanas, juipos, yatsiles, tilitusas, y hasta quienes reclamaban Paqui-pallas, y Hanan-collas, entre otros. Le dijeron a Huayna-cápac que la princesa Choasanguil había alumbrado un niño, quien, según los amautas, iba a ser soldado valeroso y mártir, y que lucharía por la libertad de su gente, porque siendo hijo del Rayo que brota de los truenos, y del Sol Inti que alumbra a todos los hombres, tendrá la misión en la tierra, de luchar como el Rayo que brota del trueno,; y para dar claridad a su pueblo, también tendrá que combatir con sus enemigos, hasta después de su muerte, para ser como rayo del sol que brille en la frente y en el corazón de su gente.
Apareció entonces la madre con su niño cogido de su mano. Y en la otra mano, la madre Choasanguil le entregó a Huayna-cápac una gran fuente o callana de barro, donde estaba una piedra encendida y humeante, algunas flechas del combate, una huaraca y una corona de oro. “Son los símbolos de tu hijo”, dijo la madre. “Yo soy la fuente de mi barro, y te entrego a Rumiñahui para que le eduques con el fuego que se esconde dentro de las piedras de la libertad”.

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