Leyendas Ecuatorianas: La Tunda

Blog de pachamama
Leyendas Ecuatorianas

La Tunda no es negra, es negrísima, como una noche sin luna ni estrellas en una casa sin puertas ni ventanas. LaTunda no tiene boca, ni siquiera bemba, sino bembisisísima, es decir, una bemba así y asá. En vez de pierna derecha maneja una pata de molinillo que suena tum tum cuando camina por el monte, mas cuando ella sonríese ilumina la noche, llueven cocos recién pelados y vuelan mariposas blancas. Entonces la gente que sabe, se dacuenta de que la Tunda anda cerca, lo que significa que de inmediato debe seguir el consejo de mi abuela que siempre dice “el que juye vive, mijito”. Y es que la Tunda no vive allá, sino allúj, o sea, más lejos que allá, pero cuando se viene pacá, es decir, más cerca que acá, la cosa se va poniendo color de hormiga y más tarde olor aguineo pecoso, porque el rato menos pensado, y a veces también el más pensado, se aparece meneando las caderas en los caminos y, con su monstruosa coquetería, convence al caminante distraído para que se coma un “tapao e camarón” hecho por ella. Sí, escucharon bien, un “tapao” que por si no lo saben, es un preparado de la cocina esmeraldeña que sabe a paraíso, a gloria y a cielo, al mismo tiempo. Como dice la misma Tunda “más rico que un tapao de camarón, sólo un tapao de camarón hecho por yo”, así es que como comprenderían, el caminante acepta la invitación muerto del gusto, en especial si ya son más de la tres de la tarde y no ha comido sino un par de majajas frías .Una vez instalado selva adentro, los camarones preparados con yerbas secretas se deshacen en la boca delinvitado. La Tunda, vestida con una preciosa pollera colorá, se deleita preguntándole cada cinco minutos
“¿más?”, y el caminante sólo atina a decir que “sí” con la cabeza, mientras la boca llena de saliva aguada y de una lengua golosa, no deja de saborear el mágico tapao.Al cabo de diez o doce platos, la Tunda ha encendido ya su cachimba de carrizo y, con las piernas cruzadas, fumatranquila al pie de un guabo o de un manguero, lo que esté más cerca de sus anchas espaldas. Mientras tanto,satisfecho hasta los huesos, el invitado sorbe tragos lentos de un tazón de agua zurumba que ella mismo le ha preparado con puñados de panela y filosas hojas de limoncillo.
Es en ese instante cuando todo empieza a transformarse pues, de pronto -más que de lento- la Tunda se ponecada vez más hermosa ante los ojos del hombre, en tanto esté comienza a sentir mariposas blancas en la cabeza:al principio es apenas un aleteo suavecito, luego un zumbido parecido al de las avispas negras luego de una largalluvia de verano, y poco más tarde un estruendo insoportable, como si millones de murciélagos le revolotearandesesperados entre ceja, oreja y sien.El tipo piensa que es la indigestión pero no, no es la indigestión, lo que le pasa es que se acaba de ser “entundado”, es decir, enloquecido por la Tunda. Desde entonces se la pasará recitándole décimas que hablarán de su gran-belleza-nocturna, poniéndole hojas de plátano en el suelo para que no se ensucie la sucia pata demolinillo, haciéndole trencitas de colores en las greñas sin remedio, besándole las enormes manos callosas cadacinco minutos, y preparándole sendos sudados de pescao, puzandaos de gallina prieta y encocaos de cangrejopara los increíbles almuerzos que se despacha la señorita Tunda, una vez que consigue quien le sirva.
 
Según cuentan, esta hijita del diablo con una princesa negra disfruta a su anchas de ese “amor” loco durante un tiempo hasta que se abomba (quiero decir se cansa) y abandona el entundao que, como comprenderán, queda desconsolado. Entonces, brincando y saltando, bailando y danzando, caminando y andando, desde alluj se zumba quien entundá, y asi sucesivamente, hasta que se acabe el currulao o se muera el bembé. 

Y a propósito, en este terrible momento en que no he comido sino un casabe frio, ¿no hueles ese tapao de camarón revoloteando en el aire? Mmmm, sí, es un tapao de camarón. Pues, ¿quieres que te diga la verdad? Ya no aguanto más. Yo me voy por esa veredita alegre pallá, pal monte, a comé, a comé mi tapao… y tú, ¿qué?, ¿no vienes también?

LEYENDAS DEL ECUADOR (Edgar Allan García) 

 

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