Leyenda Ecuatoriana: Cantuña y el Atrio de la Catedral
Según la vieja leyenda quiteña, en la época de la Colonia existió un indio llamado Cantuña. Él era un buen trabajador de la construcción y por esto fue contratado para hacer el monumental Atrio de San Francisco, pero por más que quiso entregar la obra a tiempo, esta era muy grande y el indio incumplió el trato.
Desesperado y con la amenaza de ser apresado, esa noche fue a ver la obra. Por entre los materiales de construcción apareció un hombre extraño, nada confiable, pero extremadamente amable. El hombre se acercó y directamente le dijo que era Luzbel y que quería su alma a cambio de terminar el trabajo.
Al indio no le quedó más que aceptar imponiendo una condición: “Yo te doy mi alma, pero si falta un solo ladrillo hasta rayar el alba, queda roto el trato”. Los dos firmaron el pacto con un poco de sangre que con su afilada uña el diablo sacó del dedo pulgar de Cantuña.
Enseguida miles de diablillos comenzaron a trabajar, el tiempo avanzaba y Cantuña rezaba y rezaba, llegó el toque del Ave María y el diablo triunfante se acercó para llevarse su alma, el hombre desesperado revisaba la obra y ¡oh!, ¡faltaba una piedra!.
Justo al rayar el alba, Cantuña se salvó y esa piedra, hasta el día de hoy, dicen que falta en el Atrio de San Francisco.
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